Hace unos días alguien muy cercano nos dio un gran susto, lo que me llevó a pensar en la fugacidad y la fragilidad de la vida. Como de un momento a otro, todo puede cambiar para siempre. Proyectamos y nos llenamos de planes. Dejamos cosas para mañana, sin saber qué nos espera mañana o incluso si hay mañana.
Sólo por esta razón deberíamos ocuparnos seriamente de buscar la tercer F: felicidad. No como un estado de ánimo, sino como un estado permanente. Dar, recibir, amar, estar, aprender, crecer, sonreir, perdonar, estar en paz con nuestro entorno y con nosotros mismos. Hacer todo lo que haga falta para hacer felices a los que nos rodean. Y así ser nosotros realmente felices. Creo que no es muy difícil, no?