No se vive de historias antiguas. Tampoco de lugares que ya no existen, ni de recuerdos. De lo que fue, de lo que no pudo ser. No se vive de egos heridos, ni de anclas. Cada uno hace lo que puede. Cada uno se toma un tiempo para llorar, si quiere. Y un tiempo para doler, si puede. Mientras tanto, el tiempo pasa. De vez en cuando la historia antigua se desentierra. Se sacude, se desempolva, y parece que fuera ayer. Ayer que cerré tras de mi esa puerta de ese lugar que ya no existe. Pero no fue ayer, ni anteayer. Y aunque cada tanto me encuentre anclada a lo que ya no es, gritando aunque ya no sepa ni qué decir, el tiempo sigue pasando. La historia se sigue escribiendo y otros lugares empiezan a existir.
Es tiempo de que me cargue al hombro mi ego herido y reconozca que ya sé vivir sin vos. Que aunque sienta que a veces me cuesta más que a vos, la historia antigua se queda en el pasado, junto a los recuerdos. Y hoy soy yo.